CANTOS DEL ARPISTA

I

A solas habrá de quedarse
quien se entregue a la soledad;
quienes amen amor y vida
sus pesares le dejaran.

¡Si! Dejadme mis penas,
y alguna vez así podré
a solas estar,
y no tendré soledad.

Se desliza el amante furtivo
por si la amada sola está;
así, noche y día, me siguen
a mí, solitario, la pena,
a mí, solitario, el pesar.
Y solamente cuando esté
solo en la tumba a reposar,
entonces, solamente, solo me dejarán.

II

Erraré de puerta en puerta;
humilde me detendré;
me ayudarán manos pías,
y adelante seguiré.

Ha de tornarse dichoso
quién me mire aparecer.
Llorará quizás, y nunca
por qué llorara, sabré.

III

Quien nunca en llanto el pan mojó,
quien nunca en noches de desvelo
llorando en su lecho pasó,
ese os ignora, potencias del cielo.

En la vida rumbo no dáis;
por vosotras el hombre yerra;
y a su dolor lo abandonáis,
que toda culpa se expía en la tierra.

Ante él la lumbre de la aurora
el horizonte puro inflama;
y sobre cabeza pecadora
su claridad la creación derrama.

0 Comentarios:

Publicar un comentario